martes, 4 de enero de 2011

Un alegato a favor del narcotráfico.






Primera advertencia: este ensayo podría haber sido más largo, descriptivo y profundo, pero por cuestiones prácticas lo mantuve breve, teniendo en cuenta que en cualquier momento podría extenderse.
Segunda advertencia: durante todo el texto hablo de drogas, refiriéndome específicamente a las drogas duras y excluyendo otras substancias que sean perjudiciales -pero que legalmente están permitidas- y aquellas cuyo daño es mínimo o intranscendente, pero que actualmente su venta sigue siendo ilegal en la mayoría de los países.


Si usted se dispone a leer esto, posiblemente sea porque le interesa saber lo que tengo que decir, movido por el interés o la curiosidad o el morbo, o tal vez porque muy en el fondo intuye que algo no está del todo bien al oponerse absolutamente al tráfico de drogas. Y es que luego del número de asesinatos que ha habido en México en el 2010, ya no hacen falta películas con desenlaces aterradores o activistas que nos muestren pruebas contundentes para asociar al consumo de sustancias ilegales con pérdida y desgracias. ¿Pero es esto acaso una postura objetiva? ¿Era necesaria la muerte de miles de ciudadanos debido a la guerra contra el narcotráfico?
Cada país -ante una postura ética y moral- ha decidido actuar de diversas maneras ante el consumo de drogas, algunos decidieron impartir educación a sus ciudadanos para que estén bien informados sobre las consecuencias y riesgos de las adicciones, otros realizaron investigaciones para descifrar el modo en que los individuos inician su consumo y así poder contrarrestarlo, pero el común denominador fue aumentar la vigilancia para combatir a distribuidores locales (drug dealers) y narcotraficantes, con la idea de atacar y disminuir el acceso a dichas sustancias. Las formas de lucha son diversas y varían de cultura a cultura.
En México, el problema primordial no es en sí el consumo de drogas entre sus ciudadanos, sino el poder político-social-económico que la acumulación de dinero y fuerza les otorga a los individuos relacionados con esta actividad ilegal. Sin embargo, ¿cuál ha sido la postura de Estados Unidos –el país que más droga compra a México- al respecto?
Si nosotros hoy le solicitáramos a Estados Unidos que sacrificará la vida de 30, 000 (a la fecha aumentó a 50, 000) de sus ciudadanos, para apoyar una importante acción que resguarde la salud de los mexicanos, seguramente se negarían a colaborar, sobretodo si nosotros no hubiéramos hecho lo posible para resolver el problema. No obstante, el gobierno mexicano decidió que el tráfico de drogas era un conflicto tan grave que valía el sacrificio de hombres, mujeres, niños, estudiantes, que nada tenían que ver con este problema.
Haciendo una revisión histórica de varios de los países del primer mundo que hoy en día consumen la mayor cantidad de drogas, encontraremos en todos ellos invasiones (físicas o virtuales) como un medio eficaz de haberse establecido y enriquecido como potencias mundiales, invasiones dirigidas muchas veces por generales bárbaros o sanguinarios, cuya tímida pero significativa sombra hoy en día les permite gozar de una organización económica y social sólida. Pero antes de que surja una descalificación absoluta hacia lo que acabo de escribir y se proclamen argumentos elocuentes y bien pensados de que en estos tiempos no se puede considerar como un camino viable el de mancillar el bienestar de otros para buscar el propio -e inicie una discusión interminable sobre el modo en que todavía se sustenta la economía de varias de estas naciones-, repasemos los hechos del tema principal de este ensayo: Nuestro país vecino no ha actuado de manera determinante para acabar con el narcotráfico, por dos razones. Uno, no tiene un interés superior de hacerlo, y dos, porque no es correcto. Los argumentos para impedir que una persona consciente de las consecuencias no consuma drogas, se valen más de una perspectiva subjetivamente moral –disfrazadas en investigaciones de impacto de salud en el sistema-, que de una certeza objetivamente racional. La forma de actuar de los delincuentes, aunado a la necesidad de combatir la criminalidad desatada alrededor del narcotráfico, ha logrado que la opinión pública y los especialistas sean incapaces de separar los actos reprobables -como la venta de sustancias a menores, los asesinatos, el fraude y corrupción en el sistema público- de las razones por las que, individuos sensatos de ciertos sectores, compran y consumen sustancias ilegales, sin tener mayor repercusión en sus vidas. Por ejemplo, podríamos mencionar que el uso de drogas ilegales -en varios círculos de los países del primer mundo- se relaciona con costumbres sociales, con la intención de experimentar sensaciones -de mayor o diferente intensidad- sin encontrar un motivo de peso por el cual deban limitarse, o incluso al vacío existencial que se mitiga al autoconcebirse de una manera diferente a los demás. Las razones son diversas y no es el propósito de este ensayo mencionarlas y explicarlas, pero consideré importante nombrar algunas para dejar claro que los consumidores no nada más son víctimas de un maquinaria malvada que los ha atrapado en sus redes (como se ha querido dar a entender –paternalmente y desvalorando la inteligencia de la gente- por todos los medios nacionales e internacionales) y que no siempre terminan destruyendo sus vidas o realizando acciones que justifiquen la muerte de nuestros conciudadanos. 
Uno puede tratar de persuadir a los consumidores para que busquen la felicidad a través de los caminos recomendados y puede hacer el intento de inculcárselos por todos los modos asibles; sin embargo, los individuos deberían de ser absolutamente responsables de su cuerpo para decidir lo que quieran hacer con éste. Si esto no es así, si no podemos decidir sobre nuestro cuerpo, tendríamos que pensar que éste le pertenece al Estado, o a la sociedad, o a la especie, o a cualquier otra entidad, y entonces tendrían que replantearse los parámetros de lo que hasta ahora se ha llamado libertad. Pero no es el caso, nuestro cuerpo es la manifestación concreta de nuestra vida y por lo tanto podemos hacer con él lo que nos plazca, asumiendo las consecuencias. Por esto, ningún gobierno ligeramente democrático se ha atrevido a quitar todo acceso, por mínimo que sea, al consumo de drogas, sobretodo en las naciones cuyas cúpulas de poder saben de la necesidad de contar con diversas válvulas de escape entre la creciente insatisfacción de sus ciudadanos, tal y como es el caso de Estados Unidos de Norteamérica. Y aunque algunos postulan que detener la filtración de sustancias ilegales es estructuralmente imposible, yo sostendría que más bien se trata de preservar la estabilidad y de asegurar las libertades y los derechos tácitos de los individuos, y evitar así que el sistema colapse. Ante esto, lo único que les queda a los gobiernos es aparentar indignación por la compra y venta, y tratar de contener los excesos que rebasen y dañen a las poblaciones vulnerables (poblaciones en las que sus integrantes son demasiado jóvenes como para tener la capacidad de decidir, o aquellas que no cuentan con la información necesaria y son atraídas al consumo a través de engaños), simulando una eterna batalla, para que sus opositores políticos no utilicen su inactividad como excusa para destituirlos.
Enfatizando: en ningún país del primer mundo se ha hecho todo lo posible para  eliminar el narcotráfico, pero en algunos se ha hecho cierta conciencia de la situación y procuran proteger a los sectores vulnerables. No obstante, nunca esta permisión intrínseca del uso de drogas duras se ha planteado de manera abierta y oficial.
En lo que respecta a nuestro país, México y los narcotraficantes se han convertido en lo que convenía al criterio caduco y carente de visión del gobierno actual. La guerra fue el medio perfecto para construir a un enemigo al que hay que temer a toda costa, un enemigo que justifica la satanización absoluta de la exportación y venta de psicotrópicos, enervantes y depresores. Los narcotraficantes pasaron de ser exportadores ilegales de un producto requerido en otro país, a genocidas, coludidos con secuestradores, sicarios y extorsionadores, enemigos del gobierno, de la gente y la sociedad, en gran parte responsables de miles de asesinatos que va dejando la guerra que llevan contra las fuerzas armadas y las que se desatan por la lucha del mercado, todo porque el ataque estimula a una maquinaria que, entre más golpes y aprehensiones reciba, más sanguinaria y caótica se convierte, en lugar de utilizar medios inteligentes pero sobretodo factibles para resolver el problema. México es gobernado por sujetos incapaces de percatarse de que aunque existen drogas adictivas al alcance del ciudadano promedio, éste no las busca ni las consume con la misma frecuencia que sucede en otros países con leyes mucho más severas y con una mayor cifra de obstáculos que dificultan su venta (en EU, Reino Unido, España -los países de mayor consumo-, las drogas son más caras, la policía es mucho más eficiente y los compradores están más informados de las repercusiones, no obstante los índices de consumidores es mucho más alto que la mayoría de los países productores).
El gobierno de México adoptó una postura similar a EU: no enfrentó el problema de manera certera y honesta (educando y ofreciendo a los sectores vulnerables herramientas para protegerse), y asegurar así que aquellos que desearan consumir y comercializar con drogas fueran contenidamente libres de hacerlo, sin que se convirtiera en un problema nacional serio y llegara al punto que ha llegado, que todavía podría ser peor. Pero no nada más eso: ha vuelto un negocio, relativamente simple, en una cadena de asesinatos y enfrentamientos, que le brinda oportunidades a delincuentes menores de volverse líderes deleznables y sanguinarios, y arrancó de sus puestos a los antiguos traficantes (a los generales de las invasiones) para darle cabida a dementes y jóvenes con una mayor predisposición a corromperse hasta los peores extremos del terrorismo y trasgresión de la ley, que de otro modo se habrían perdido en el mar de delincuentes menores. Incluso puede aseverarse que la guerra, la inestabilidad en el crimen organizado y la falta de comunicación de parte del gobierno con estos grupos, ha dado pie a que exista un mayor número de sicarios y de delincuentes. Esto nos lleva a una pregunta crucial: ¿Esta guerra, que nunca debió haber empezado, debería entonces seguir? 
Tomando en cuenta que la postura de los norteamericanos es de reprobación hacia una posible legalización y que ya se ha germinado y nutrido, en cientos de miles de individuos relacionados al narcotráfico, la sensación de que son criminales de alta peligrosidad, y por lo tanto se ha creado a la más terrible de las bestias, debería pensarse que lo peor que podría hacerse a esta altura del partido es bajar la guardia. Y eso es cierto, no debe permitirse que esta inercia de asesinatos y caos siga destruyendo al país. Pero continuar con la guerra, tal y como se ha continuado hasta este momento, sería un error. Para empezar, el dinero y los recursos del narcotráfico son tantos, debido a que la demanda de drogas en el extranjero jamás terminará y la pobreza y miseria en toda la República mexicana es enorme, que siempre habrá alguien dispuesto a traficar sin importar las condiciones que haya. En segundo lugar, el presupuesto del Estado no es capaz de soportar esta carrera contra un enemigo imparable (cabe también mencionar que las fuerzas armadas no sienten que ésta sea una lucha realista ni se identifican con el ideal de batalla como para soportar el riesgo y lo desgastante de su labor mal pagada). Por todo esto, el gobierno debe de hacer política verdadera, debe comenzar a gobernar haciendo lo necesario para proteger a sus ciudadanos. 
Estados Unidos y los demás países del primer mundo que no han creado un sistema para regular el acceso a las drogas, deberán hacerse responsables de sus problemas de consumo en las poblaciones vulnerables, mientras que el gobierno mexicano deberá negociar para tolerar y así regular el tráfico –si es que no ha empezado a hacerlo- (y las causas las explicaré más adelante) con los cárteles menos corroídos (aquellos cárteles que estén distanciados de los criminales más despiadados) y ya no permitir que ellos sean los que negocien e impongan las reglas al sistema público. El acuerdo consistiría en delimitar las actividades de los narcotraficantes, para que ya no se involucren en delitos mayores o fomenten otras actividades ilícitas, a cambio de brindarles cierto respaldo que no permita a sus contrincantes crecer, pero primordialmente para darle a sus dirigente permanencia, que es en lo que más adolecen sus organizaciones. Canjear las armas por industria, en resumen. La nueva función de las fuerzas antidrogas (ejército, policía y centros de inteligencia) será debilitar a los grupos más nocivos, con los que no haya acuerdo, hasta su detención. Dentro de este pacto, deberán respetarse las ganancias de los traficantes afiliados, estableciéndoles una cuota que se destine para el Estado, un porcentaje bien estudiado que les permita tener fluidez, pero que al mismo tiempo los haga partidarios de la construcción nacional y los distancie de dañar la estructura social. Este acuerdo debe no sólo brindar estabilidad, sino debe contribuir a garantizar seguridad y gobernabilidad, y para que sea factible, la guerra contra el tráfico debe continuar, ofreciendo a la luz pública resultados aparentes o la captura de los criminales incorregibles (los cárteles con miembros incapaces de adoptar las normas), brindando así tranquilidad a aquellos individuos (mexicanos, norteamericanos y otros extranjeros) que no puedan comprender el porqué de la necesidad de esta solución.
¿Es esto carente de ética y peligroso? Aquí podría caber una recapitulación de cuántos productos y acciones, que se realizan todos los días en todas partes del mundo, adolecieron y adolecen en cuestiones de ética y sin embargo se fueron transformando en un negocio aceptable o ya son parte de la vida cotidiana. Lo que hay que considerar, antes de dejarse llevar por prejuicios y estigmas, es que se trataría del único camino viable con una menor cantidad de consecuencias negativas y que a la larga permitiría obtener un mayor control de la situación, tanto nacional como en el extranjero.
Los gobiernos -al largo de los años- han recurrido a construir departamentos extraoficiales que están en función de la preservación del Estado: policías secretas, centros de investigación, de desarrollo científico, etc. Siguiendo estos mismos ejemplos, el control del tráfico de drogas hacia EU y el resto del mundo, debe contemplarse –por aquellos que lo lleven a cabo- como un trabajo difícil, drástico, arriesgado, pero indispensable y pertinente para el bienestar y la salvaguardia de la paz. En resumen: deberá infundirse un espíritu de lealtad hacia la labor… Los involucrados intelectuales jamás deberán de perder de vista el fin por el que este pacto se realizaría, y que -por lo tanto- la mayor parte de las ganancias deberán aprovecharse para –a través de educación y la mejora de la calidad de vida (menos violencia)- reducir el riesgo de enviciamiento de las poblaciones vulnerables.
La oportunidad que tienen los países fabricantes de ofrecer un producto que les otorgue un ingreso significativo (es una industria de miles de millones de dólares anuales), no puede descalificarse como deleznable sobretodo si está en juego la vida de cientos de miles y es imperativo dejar de producir delincuentes cada vez más peligros y con menos escrúpulos. Los que se dediquen a regular el narcotráfico (de parte del sector federal) sabrán que su lugar, dentro de esta jerarquía organizada y segmentada por varios candados que aseguren la erradicación de cualquier posibilidad de corrupción, estará sujeta a su integridad y cooperación, y no se podrá ascender por otro medio que no sea la dedicación y la eficacia.

Algunos factores que deberán tomarse en cuenta.

  • El mexicano suele ser derrotista de antelación y por lo tanto no faltarán aquellos que encuentren varios motivos para descalificar la viabilidad de este plan y parcialicen ciertos parajes para señalar los puntos débiles que cualquier propuesta primaria tiene, pero con inteligencia, deontología, administración y templanza, este proyecto lo podrá llevar a cabo un buen líder o una buena regencia. Los intelectuales que tengan dotes románticos, apelaran a cierta moral sin darse cuenta de que anteponen su falta de objetividad a la vida de las víctimas, sin embargo la constante participación, libertad y critica, de varios de ellos en el acuerdo, será necesaria para la minuciosa observación del transcurso de este plan.
  • La selección de los líderes de cártel, con los que se vaya a negociar, deberá hacerse con mucho cuidado y deberá garantizárseles la preservación y estabilidad de su negocio, haciéndoles ver que este es el modo en el que podrán resguardar su vida y la de sus familiares, reduciendo considerablemente los factores infernales a los que actualmente están expuestos (la persecución militar, la lucha despiadada entre diversos grupos, las venganzas sanguinarias, etc.). En caso de que un líder de cártel apto no desee negociar, debe persuadírsele con todas las ventajas que el convenio le brindaría, haciéndole ver que la negación seguramente derivaría en su captura o muerte. Es fundamental que sepan que ese sería el único modo de perdurar.
  • Será de suma importancia establecer un lazo de confianza entre ambas partes para iniciar y perseverar lo planeado, por lo tanto el respecto al acuerdo deberá ser una regla de oro.
  • Los cárteles que pacten se comprometerán en cuidar que su gente no nutra otros nichos de la delincuencia, como el robo, el secuestro, el fraude, y con el tiempo deberá hacerles ver, con explicaciones concisas, cómo estos delitos perjudican su negocio (por ejemplo: la satanización del tráfico mencionada en un inicio) y que ellos son una parte elemental para evitarlos.
  • Es muy probable que los cárteles más grandes y establecidos sean los más interesados en terminar con la campaña negativa en su contra; el dinero y el aseguramiento de sus jerarquías empresariales sería una motivación suficiente para acatar la normalización de sus actividades y restringir o eliminar los impulsos sanguinarios de sus miembros. Está comprobado que la mayoría de los individuos acatan las normas que sienten que, por una razón superior, deben de acatar, aunque no estén convencidos de ello.  
  • Deberá construirse un sistema tan diverso y resguardado, que no pueda enviciarse en manos de unos cuantos, pero que simultáneamente no permita la burocratización del mismo, ya que su correcto funcionamiento será clave para no darle oportunidad a otros cárteles de trabajar por fuera de este pacto.
  • En caso de que este gobierno no acceda a pactar con este sector del “crimen organizado”, posiblemente el siguiente sí lo haga, debido a la gravedad de las circunstancias. Varios líderes de cárteles, conscientes de que la lucha entre los diversos grupos de tráfico también los ha rebasado, están buscando maneras de acercarse o tener un apoyo de parte de los gobiernos locales. Si el gobierno toma las riendas de una vez, será éste el que establezca las reglas (y termine con los sobornos y el tráfico de influencias) y no el crimen quien lo haga, como ha venido sucediendo. Un gobernante o funcionario, de poco criterio y visión, que decida enriquecerse y alimentar la criminalidad, será atacado por las fuerzas antidrogas, y aunque decida ventilar el asunto del acuerdo siempre podrá negarse la existencia del mismo. 
  • El partido en el poder deberá saber dialogar de manera extraoficial, precisa e inteligentemente con miembros de otros partidos e incluso con su propia gente. Deberá ser discreto para no caer en riesgos, chantajes y manipulaciones de la información de instituciones locales o foráneas.
  • Es importante tener presente que, probablemente, los países del primer mundo en un futuro empezarán a hacer pactos o arreglos similares con sus organizaciones criminales y a la larga prescindirán de los servicios del extranjero (no nada más de México sino del resto del mundo), por lo tanto no debe cometerse el error de perder de vista que este es un acontecimiento de tiempo limitado y por lo mismo los traficantes deberán visualizar un retiro y lo obtenido deberá invertirse por el Estado y los involucrados con inteligencia. 
  • Más adelante, como sucedió con el alcohol, se terminará esa creencia de que la legalización de las drogas atraería un problema excesivo de salud y, con un sistema social, estructural y legalmente adecuado, se terminarán convirtiendo en parte de las civilizaciones.
  • En caso de que lo planteado aquí se lleve a cabo, dará la impresión de que –debido a la mesura con la que se realice- el narcotráfico habrá sido vencido sin necesidad de este acuerdo y que esta era una propuesta inservible y errónea.
  • Hay algunos puntos que tal vez pudieron darse por sobreentendidos y que de cualquier modo decidí tocar, para que –en caso de un manejo equívoco de este texto- quede clara cuál fue la propuesta inicial.
  • Pongo énfasis en que el Estado, pero sobretodo la ciudadanía, deberá estar por encima de cualquier otro interés.


Para finalizar, debo mencionar que la objetiva observación de los sucesos nos permite proteger a aquellos que realmente es posible proteger y de prevenir y arreglar situaciones en las que sí valga la pena invertir tiempo y recursos, y no gastarlos en las que no tengan o no requieran una solución. La finalidad de este texto no es crear una apología al crimen ni de condonar culpas, sino de enfrentar un fenómeno que –por causa de prejuicios y conflictos de intereses- hasta la fecha no se ha querido apreciar cabalmente, y que -por lo mismo- no se ha manejado con la entereza y el realismo que requiere. Lo que está en juego -no suficiente con las contrariedades por las que pasa el país- es la vida y futuro de cualquier niño o joven, que podrían tropezar con la matanza que se despliega por todo el territorio mexicano. Cabría señalar que definitivamente la mejor solución sería la legalización y entonces un control severo, concienzudo y objetivo de las drogas (primordialmente en los países de mayor consumo), sin embargo la situación cultural-política-social todavía no lo permite. Por todo lo anterior es indispensable un gobierno consciente de la responsabilidad de las vidas que tiene en sus manos y el compromiso que debería comenzar a asumir. 

*************Hasta aquí llegaba originalmente el ensayo********

Después de algún tiempo -trascurrido de la publicación del texto anterior-, éstas son algunas de las reflexiones que tengo al respecto (hoy, 14 de octubre de 2011).

·         Existen algunos países (y sus gobiernos) que ya han asumido la postura de ser ellos quienes obtengan las ganancias de la venta de drogas, para obtener una mejor economía en sus países, y tienen como propósito quitarle el mercado a México, quien –a su vez- ha entrado en una paradoja parecida a la que tiene EU respecto a los migrantes: no podría mantenerse sin ellos, sin embargo tiene que simular que está en contra; México se empobrecería considerablemente sin el ingreso del narcotráfico.
·         El Partido de la Revolución Institucional (PRI) –ante lo favorecido que se encuentra por la intención de voto y conociendo su maquiavelismo de antaño-,  se propone a –una vez ganadas las elecciones presidenciales- usar de excusa el pacto en secreto con el narcotráfico, para estabilizar la situación del país en el tema de seguridad y darse el crédito de ser buenos y capaces gobernantes; sin embargo, su verdadero fin es enriquecerse, haciendo –una vez más en la historia de la humanidad- que una oportunidad de fortalecer a la sociedad se pierda. Esto va a obligar a que esta propuesta de pacto se desvirtúe y al final se contemple como una utopía más que fracasó. Los dirigentes del PRI harán lo que han hecho otros en el pasado: aprovecharán los inesperados beneficios de un recurso multimillonario, pero agotable, y repartirá la mayoría entre sus miembros (posiblemente esta situación tan favorable les sirva para mantener el poder hasta el 2024), dejando el mínimo necesario para el país, burocratizando y descomponiendo lo que pudo haber sido un buen negocio, tal y como lo hicieron en el pasado con el petróleo, el turismo y la industria. La gente –como ya podemos percibir-, estará satisfecha por su regreso y su manera de gobernar, sin que se percaten de la oportunidad que perdió el país (lo único que quiera la gente, es que termine ya la matazón). Y, aunque todos los partidos políticos, en las siguientes campañas por la presidencia, van a insistir en que seguirán la lucha contra el narcotráfico (anunciando que lo harán de una manera más inteligente y no como el presidente actual) y que sin duda alguna no aceptarán un pacto, a final de cuentas –repito-, quien resulte ganador lo hará, ya sea en menor o mayor grado.
·         Sigo convencido de que el único modo real de disminuir la violencia será por medio de la negociación y el trabajo en conjunto. Las historias de adicción son en varios casos desgarradoras, sin embargo fortalecer los sitios de rehabilitación –lugares actualizados y comprometidos (cualidades que carecen casi absolutamente todos los centros de rehabilitación en el país)- es el modo de combatir las repercusiones negativas del consumo, no la prohibición y mucho menos la persecución.  
·         Es muy importante restablecer límites. Los delincuentes ansían que una orden de un superior los obligue a reprimirse, su condición mental inestable los está llevando a lugares de locura y sadismo que afectan a la sociedad de maneras inconmensurables. Cuando los jefes de los cárteles les impongan lo que no deben hacer, habrá una mayor tranquilidad para ellos, para la sociedad, para los grupos vulnerables al consumo y, sobretodo, para las personas cuyas vidas se encuentran en grave peligro (no ha dejado de aumentar el riesgo, desde la primera vez que se publicó este ensayo).
·         Después de varias averiguaciones, me he percatado que todo señala que el gobierno tiene actualmente un pacto intrínseco con un par de cárteles, pero en este pacto los que ponen las reglas –a cambio de no-tanta violencia- son los traficantes y no el Estado. Esto no se puede tolerar y definitivamente se debe mostrar que el Estado es el que está consciente de la situación y el que les está permitiendo continuar, bajo algunas especificaciones mínimas.
·         Varios grupos en EU –aprovechando el conservadurismo de millones-, tienen un gran interés porque el negocio sea suyo y no mexicano. El gobierno actual de ese país –y del que sigue- no encontrará razones para evitar que esto suceda y ayude a su economía, tal y como hemos visto que no interviene con todos los productos reprobables que alrededor del mundo los enriquecen.
·         Lo más preocupante es la terquedad que han asumido los responsables de la guerra. Todavía tienen tiempo de cambiar de opinión, sin tener que reconocer que se equivocaron. Este ensayo no tiene ningún interés de atacar a ninguna institución, partido o persona, el único fin que busca es evitar más muertes y el camino hacia el abismo que aparentemente ha tomado nuestra nación. Eso es todo.  

4 comentarios:

  1. Interesantísimo lo que propones; más allá de los puntos que se tendrían que revisar con más detalle, en lo general es bastante coherente con lo que se puede y es necesario hacer. Sin embargo, hay fuertes razones para pensar que esto políticamente es inviable; qué quiero decir, que las fuerzas políticas dominantes en este país han dado señales de que van a continuar haciendo las cosas como las han estado haciendo, y que por tanto, la situación empeorará. La única lógica que le encuentro a toda esta sinrazón es que se quiere imponer el caos y el terror como modus vivendus con el único propósito de atemorizar a la gente a organizarse en defensa y lucha de una mejor calidad de vida que el sistema económico de este país cada vez menos le puede garantizar a la gran mayoría. Lo que quiere decir que la compleja realidad del narcotráfico está bastante compenetrada con otra realidad que parece aparte o ajena, pero que viéndolo con más cuidado no.
    Dicen que nuestro país es un lugar donde "no pasa nada", o pasa de todo... ¿y a quién le importa? Pero, ¿y si sí están pasando cosas, y sí hay gente levantándose y organizándose en contra del gobierno, no por narcotraficantes, sino porque ya están hartos de su situación (y que, por cierto, tampoco tienen ya nada que perder)... y por tanto también son "enemigos del gobierno" a los que ahora se les llama -y confunde con- sicarios o narcos?
    Son algunas cosas que pongo sobre la mesa, una perspectiva al fin. Pero insisto, me pareció interesante tu propuesta porque cualquier cosa que se plantee, requiere soluciones creativas, imaginativas, posibles, viables. Y sin una imagen que nos guié hacia dónde o qué salida darle no hay gran avance. Aquí sí lo hay, solo que es necesario hacer fuerte esta propuesta, políticamente hablando. Como fuerza política.

    Saludos y hasta pronto.
    E

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  2. Interesante ensayo y estoy de acuerdo con Edna, esto va a empeorar.

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  3. "Cuando apenas era un jovencito..." y me forme política e ideologicamente, me encontré con que en las librerías de viejo, o en cualquier calle o puesto, la verdad y la razón se podían adquirir de manera módica y accesible. Todo estaba ahí: literatura, política y hasta religión. "Las mejores cosas de la vida son gratis" dice una proclama. Al parecer es así. Al encontrarme con su tesis vuelvo a sentir esa sensación de hallar la verdad y la razón. Extraño el olor de los libros viejos, pero aquí, en la comodidad de mi casa, su casa, he vuelto a sentir que hallo la razón perdida. Mas ya no es el alivio intimo y silencioso, ese que me puedo quedar a disfrutar en mi sillon sabiendo que soy el poseedor de un tesoro, como entonces. Para desgracia de este nuestro México esta verdad hay que salir a gritarla a los cuatro vientos para ver si podemos acallar los gritos de terror y de dolor.
    Le informo que habré de tomarme la libertad de tomar su texto para desmenuzarlo y replicarle, punto por punto, todas las coincidencias. No existe un solo punto de desacuerdo mas sin embargo hay partes que considero deben profundizarse. Quede pues el canal abierto entre usted y su servidor. Lucidez como la suya es lo que hace falta en esta país para evitar se nos deshaga entre las manos. Un abrazo.

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  4. Argumentos fuertes, la verdad no se que esperan para hacerlo "oficial" pues es sabido que en muchos sitios, el gobierno y el narco son uno mismo, pues es este ultimo el que patrocina y aporta al primero, sin embargo y a diferencia del ensayo y como se podria usar ese $$, el dinero no se destina a los sectores desprotegidos, sino a las arcas del partido hegemonico en la zona... asi que en ese sentido ahi queda tu proyecto (que no es malo)

    Se dice, en cierto sectores, en secreto, que eso es lo que se cocina tras bambalinas, que esta "guerra al narco" esta diseñada para debilitar a carteles enemigos del Chapo y asi, ya nomas pactar con uno.

    Considero que el caos va a llegar a un nivel maximo (ninguna explosion, ni el big bang son infinitamente violentas) y de ahí empezaran a calmarse las cosas,la paz de los sepulcros, pero la (s) pregunta(s) del millón es esta:

    ¿cual es ese máximo, cuando llega y cuanto nos costara? ¿estamos dispuestos a pagar el precio?

    Un abrazo fraterno

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